COMUNICACIÓN, LA BASE DE LA SOCIEDAD
A pesar que los adolescentes hoy día disfrutan de acceso a un sinfín de información a través de un amplio abanico de dispositivos, la realidad es que encuentran serias dificultades no sólo para expresarse, sino para hacerlo además en público. Al sentimiento de vergüenza, se le unen otros aspectos, como la proyección de la voz, el tono del discurso e incluso el de la respiración.
No es por ello casualidad que de un modo muy discreto algunos colegios –quizás los más elitistas- han integrado en su oferta educativa una asignatura denominada “Comunicación”. Los alumnos que en los próximos años salgan al mercado laboral no tienen que lidiar únicamente con una competencia de alumnos españoles. El estudiante hoy es universal y su mercado potencial está en los 5 continentes. Por ello, tiene que saber venderse correctamente, a través de un buen currículum estructurado y que en la entrevista sea capaz de describirse sin titubeos; que su voz transmita seguridad y que sus frases tengan un sentido completamente lógico. Amén del escaso tiempo con el que contará para definirse.
Hay que recordar que, de manera creciente, muchas universidades (también algunos centros educativos) están implantando exámenes orales para que desde niños se “suelten” al hablar. Para lograr eficiencia máxima a la hora de difundir un mensaje hay determinados elementos que son claves:
1. El
discurso: éste debe estar perfectamente estructurado. Como un buen reportaje periodístico, debe constar de una entradilla donde se explique de qué se va a hablar; el cuerpo del mensaje, donde se expondrán los argumentos; y un cierre, donde el locutor debe llegar a unas conclusiones finales. Puesto que el discurso se crea con palabras, es necesario obligar a los niños a que lean; y preferentemente, de aquellos contenidos que sean del gusto del alumno. No hace falta obligar a que lean El Quijote, o El Lazarillo de Tormes (salvo que lo hagan, repito, por gusto). En la actualidad hay contenidos bien distribuidos por edades, temáticas, etc. Sin embargo, tanto los profesores como los propios padres deben vigilar que la fuente de su lectura no provenga únicamente de Internet. En la red de redes hay multitud de contenido escrito por gente de dudoso gusto, tanto ortográfico como literario y, lo más probable, es que le genere al alumno aún más dudas –sobre todo- respecto a aspectos gramaticales. Quizás también podría ser un buen momento para explicar a los chicos que Whatsapp permite escribir mensajes largos: la economía de las letras en los sms ya no es necesaria. Por tanto, y para obtener un discurso coherente, leer, leer y leer.
2. En
el periodismo radiofónico se concreta que hay cuatro
elementos con los que se
puede construir un
mensaje: la palabra, la música, los ruidos y el silencio. ¿Silencios?
Sí, pero que este silencio sea adrede, provocado. Un silencio que el alumno lo
produzca con el ánimo de crear una “tensión” en sus interlocutores; que ese
silencio jamás sea fruto de no saber qué decir, de la improvisación…Uno de los
maestros del silencio es el periodista
Jesús Quintero (el loco de la colina), quien en sus
entrevistas introducía grandes silencios…,y que solían reportar en los
entrevistados un mayor flujo de información, aseverando ya lo expuesto.
Así, tenemos un discurso que lanzar. Y hay
que enseñar a los alumnos a que sepan jugar con las palabras y, también, con
los silencios.
3. Hablar
en público, para un conjunto de personas, conlleva que todos deben enterarse de
lo que se esté hablando. Por eso, es normal que se utilicen sistemas para
proyectar la voz. Si la audiencia no es muy elevada, por lo general, vale con
utilizar
palestras o escabeles para que el alumno esté más alto que el resto y
la palabra llegue en perfectas condiciones a todos, tanto el que está más cerca
como el alejado. Si la audiencia, o el lugar, es grande, probablemente tenga
que emplear un sistema de microfonía. En estos dos casos, hay elementos que por
lo general juegan a la contra. Uno de ellos es la vergüenza de los alumnos, no
ya sólo de hablar en público, sino de estar en un sitio elevado, mientras es
observado por los restantes. El miedo a hacer el ridículo suele estar siempre
presente. Por eso, es una labor de los docentes lograr que lo vean como un
juego; que sean los propios alumnos los que quieran intervenir y exponer en
clase con naturalidad. Y, por otro lado, cuando nos escuchamos al hablar con un
micrófono, siempre nos resulta extraño nuestra propia voz. Por este motivo, hay
locutores que prefieren emplear cascos auriculares para escucharse a sí mismos,
y quién no los prefieren.
La dicción es fundamental. Para aquellos
niños que les cueste vocalizar, una gran manera de mejorarla es hablar con un
obstáculo dentro de la boca; por ejemplo, hablando con un lapicero sujeto por
los dientes. También –para los más tímidos- se recomienda que los niños hablen
delante de un espejo, para que puedan verse con mayor naturalidad.
En cualquier caso, sólo se trata de pequeñas
barreras franqueables con la experiencia, con la práctica de hablar en público.
Cuando hablamos, incluso cuando leemos en
voz baja, respiramos. Es fácil ver en televisión –o escuchar por la radio- a
gente que empieza a hablar (atropelladamente) y que a los 20 segundos empiezan
a quedarse sin habla, o a ladear la cabeza hacia el suelo porque…¡no están
respirando! Lo ideal es adquirir siempre una postura cómoda que nos permita
respirar adecuadamente, para todo; y para hablar, también.
4. Para
exponer una ponencia, explicar un trabajo, una conferencia o unos datos, muchas
veces los portavoces emplean
soportes complementarios que sirven para
apoyar el
discurso. Pero sólo para eso, para apoyar. El gran comunicador no empleará una
presentación con decenas de diapositivas y todas ellas con muchos datos en cada
una de ellas. Si estoy escuchando a un ponente y cada 3 minutos me muestra una
diapositiva cuyo texto tardo en leerlo 1 minuto, estoy dejando de prestar
atención al ponente; mi atención se dirige a dos puntos: lo visual y lo
auditivo. Lo más probable es que parte del mensaje se pierda.
El buen comunicador prepara una
presentación que tiene que caracterizarse por ser fresca, rápida y que los
mensajes que se lancen sean datos breves, imágenes concisas. Que cada
diapositiva no me despiste del interlocutor (que es en realidad lo que he
venido a ver).
En base a estas premisas, los profesores
tienen que adiestrar a los alumnos a que sean capaces de construir un discurso
consistente, bien estructurado, que sea capaz de llegar a la audiencia (sea
grande o pequeña) y que sea capaz de utilizar los sistemas de apoyo para que el
mensaje principal del discurso llegue a la audiencia en condiciones óptimas.