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A las puertas del fin de curso, uno de los eternos dilemas: ¿deben los niños hacer tareas (deberes) en casa? Con opiniones para todos los gustos, incluso confrontadas éstas entre los propios profesionales (y, también, -¡cómo no!- entre las familias).
Decía el sabio (Aristóteles) que “en el término medio está la virtud“. Si sentásemos en un auditorio a 100 profesores y les lanzásemos la pregunta de marras, casi con total seguridad, no habría consenso; ni tan siquiera generalizado, donde presumiblemente las opiniones podrían aglutinarse en función de grupos de edad de los propios alumnos.
Por parte de las familias hay dos partes claramente diferenciadas donde, cada una, sostiene una tesis realmente de peso: por un lado, aquéllas que apelan a la necesidad de que los niños hagan deberes en casa para crearles un hábito de estudio, de trabajo y de sacrificio. Por contra hay otro grupo de familias -tan nutrido- que abogan por una mayor libertad de los horarios de los alumnos después de clase. Dicho de forma más clara: que los niños no tengan que hacer deberes en casa y puedan dedicar la tarde a sus propias aficiones: deportes, estar con los amigos, leer, etc.
Rescatando el adagio del filósofo griego con el que iniciábamos este discurso, la alemana Rita Maria Radl Philipp, catedrática de Sociología de la Universidad de Santiago de Compostela, recoge parte de los dos discursos de los defensores y detractores de los “deberes”. De entrada, Radl defiende que -en los primeros cursos de Primaria-, hasta los 8 o 9 años, 30 minutos deberían ser más que suficientes. ¿Por qué se refiere Radl a media hora? Para dar respuesta a esta incógnita podemos traer a colación de nuevo las tesis de Francisco Mora en relación con el tiempo útil (máximo aprovechamiento) de los escolares. Mora explicó que la concentración de los niños -en edades tempranas- se diluyen a partir de los 20 minutos; motivo por el cual es mejor no alargar los deberes más allá de media hora.
Para los alumnos de 5º y 6º de primaria quizás se deba alargar un poco más el tiempo de estudio, sobre todo en época de exámenes; pero no más allá de 1 hora.
Y los papás, mientras, ¿qué hacemos?
Si pensamos en un niño haciendo deberes, parece que la figura paterna/materna sentado a su lado se hace casi inevitable. Rita Radl señala que que los deberes deben considerarse como algo positivo que sirve para fomentar la autonomía y responsabilidad de forma paulatina. Por eso, en una primera instancia (quizás hasta los 9 años) sí sea recomendable que haya un adulto al lado guiándole, enseñándole a ganar en autonomía; pero ya más mayores (al final de Educación Primaria) los padres sólo deberían estar presentes para solucionar una duda concreta, nunca todo el tiempo sentados junto a ellos.
Los profesionales recomiendan que los padres ayuden sólo de manera puntual, no estar todo el tiempo junto a ellos. |
Los deberes, en el colegio
Cada vez más colegios están replanteándose cómo gestionar este asunto; pero pensando única y exclusivamente en los menores. Así, muchos centros educativos están destinando parte de su horario lectivo a horas de “estudio” para que los escolares puedan hacer los deberes dentro del colegio, de manera que éstos puedan disfrutar las tardes para estar con sus padres, hacer deporte o a lo que ellos estimen. Expertos en neurociencia apelan a que el juego debe ser tan necesario para el niño como el estudio.
Debemos “crear” niños más relajados y menos estresados, eliminándoles esa carga extra/adicional lectiva en forma de deberes en el hogar, de modo que les permita tener capacidad de decisión para saber qué hacer desde la salida del cole hasta la cena.
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