Acaba de empezar un año nuevo. 2023 se cerró con una peculiar “lucha” iniciada por un amplio número de padres donde solicitaban que los menores de edad no tuvieran acceso a teléfonos inteligentes. De igual modo se “pedía” que el acceso a pantallas en los centros educativos se retrasara todo lo posible después de otear ciertos indicativos que desaconsejaban su uso. Desde Singladura nos hemos puesto en contacto con Ana Roa, especializada en Pedagogía y en Orientación Escolar, para que nos ofrezca su visión a este respecto.
Entrados ya en la Navidad, ¿debería ser el regalo estrella para un niño de 12 años un smartphone?
Con la llegada de la Navidad y de los Reyes Magos somos muchos los padres y madres que estamos pensando en los regalos más adecuados para nuestros hijos. En las cartas aparecen todo tipo de dispositivos como los objetos más deseados y especialmente el teléfono móvil…
No se trata de ser taxativos, sino de entender que este regalo no corresponde aún a nuestro hijo; no solamente porque tiene 12 años, sino por la peligrosidad que encierra. La educación tecnológica de los padres es tan importante como la de los hijos, enseñar a hacer un uso responsable de los dispositivos es esencial para que la tecnología se convierta en una herramienta que fomente el buen desarrollo global de nuestros preadolescentes… Antes de comprar un teléfono es conveniente que nos informemos detalladamente de los riesgos, contemplar todos los detalles y finalmente decidir… ¿sería conveniente una reflexión previa sobre cómo va a utilizar el móvil nuestro hijo?, ¿necesita un teléfono con todas las prestaciones que tenemos nosotros como adultos?
Ante el debate social generado en las últimas semanas sobre la edad adecuada para el uso de los teléfonos móviles inteligentes, bajo mi punto de vista, es recomendable combinar la tecnología con regalos más tradicionales que permitan la interacción con la familia, tales como juegos de mesa, patines o bicicletas… ¿qué conseguimos cuando restamos esa importancia a los dispositivos?: estimular a nuestros hijos y educarles en un entretenimiento que va mucho más allá de lo digital.
¿Cómo pueden los padres tener la fuerza (moral) para negarle a los niños una pantalla cuando muchos colegios integran el uso de un chromebook como herramienta?
Cuando hablamos de “proteger a la infancia y la adolescencia de los potenciales riesgos de las pantallas” teóricamente se necesita una actuación consensuada y colectiva entre familia, centro escolar, instituciones encargadas de la protección a la infancia, empresas tecnológicas y la sociedad en su conjunto. Por tanto, es necesaria una coordinación colegio-familia desde el principio; no pueden funcionar como entidades separadas y deben apoyarse en la evidencia científica más actualizada para preservar la salud infanto-juvenil.
El hecho de integrar el uso de un chromebook no implica necesariamente una utilización constante del mismo durante toda la jornada escolar, no debería ser así… pueden combinar el ordenador con otros recursos como -por ejemplo- los cuadernos, que favorecen la escritura manual.
Los límites de uso de estos dispositivos tendrían que estar muy bien especificados por parte del centro escolar, y las familias claramente informadas. De esta manera sería mucho más amable consensuar con nuestros hijos la utilización de la tecnología en el hogar, además de sentirnos libres y apoyados por el colegio a la hora de establecer normas.
Muchos padres ceden al final la compra de un teléfono inteligente al ver que sus hijos quedan excluidos digitalmente de sus amigos, al no poder participar ni en sus redes sociales ni jugar online con sus amistades. ¿Cómo explicar qué es bueno?
Es cierto que muchas familias ceden a la compra de estos dispositivos por la presión social. Una de las dificultades a las que nos enfrentamos es la famosa frase “todos lo tienen”… ¿qué podemos hacer? ¿de qué modo justificamos que no tengan un smartphone mientras los demás sí?
Siguiendo a Elsa Punset encontramos una respuesta convincente “Los humanos somos seres muy sociales, y tenemos un sesgo innato que nos lleva a imitar a los demás y hacer lo que la mayoría hace. Sin embargo, si vas a educar responsablemente, vas a tener que enfrentarte a esta tendencia natural, pero a veces peligrosa, de hacer, pensar y decir lo que hace todo el mundo». No hay una fórmula secreta, pero si el abuso de la tecnología puede dañar a tus hijos, como es el caso, entonces, aunque sea incómodo, hay que poner límites. Pero hay que hacerlo con mano izquierda: pactar límites razonables, y ofrecer a cambio tiempo de calidad sin tecnología: tiempo para cocinar juntos, para pasar tiempo en la naturaleza, para pintar, hacer música, conversar, organizar reuniones en casa, ocuparse de la mascota… tiempo para aprender lo que requiere una vida y unas relaciones humanas vividas con los cinco sentidos, y no solo a través de una pantalla”.
¿Qué edad sería la óptima para que un niño accediera a su primer smartphone?
La AEP (Asociación Española de Pediatría) sí considera necesario que se desarrolle una normativa que exija a las aplicaciones dirigidas a niños el cumplimiento de ciertas obligaciones. Por ejemplo, que vengan acompañadas de recomendaciones de acuerdo con la edad de los usuarios, de tiempo de uso que no exceda el tiempo aconsejable para cada grupo de edad, que no puedan utilizar los datos de menores para publicidad… Es muy importante considerar que se deben instaurar medidas para que se cumpla la regulación actual en cuanto a la limitación de edad en el uso de las redes sociales y que se desarrollen sistemas para que también exista una limitación real de acceso por parte de los menores a contenido adulto…
La AEP nos explica que el peso que tiene la edad a la que se empieza a usar el dispositivo es relativo respecto a otros factores con mayor influencia, como el uso que los progenitores hacen de los dispositivos, el tipo de contenido que se visualiza, el acompañamiento que hacen los padres y madres a los niños mientras utilizan los dispositivos o la madurez de cada niño al comenzar a usar pantallas. No todas las familias tienen la capacidad ni el nivel educativo para proteger en la misma medida a sus hijos, una situación que afecta en mayor medida a las de entornos más desfavorecidos.
Si creemos que solamente prohibiendo el uso inadecuado de los teléfonos móviles se va a resolver el problema, puede que dejemos de lado los factores antes mencionados y persistan las dificultades.
Hace algo más de una década había una norma -no escrita- mediante la cual se aconsejaba que la ubicación del ordenador desde donde se accediera a internet estuviera en un lugar visible (para ver a qué contenidos accedía). Hoy, con Internet en la palma de la mano, ¿cómo educarlos?
Ya encontramos soluciones adaptadas a cada familia en particular. La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) y la Asociación Española de Pediatría (AEP) han lanzado la campaña “Cambia el Plan”. Se trata de una iniciativa para promover la salud digital de los menores a través de la concienciación de sus padres y madres, reduciendo los riesgos que supone a nivel físico, mental, sexual y social el uso intensivo y sin control de las pantallas. La campaña promueve la utilización del “Plan Digital Familiar”, una plataforma con información útil sobre el uso adecuado de los medios digitales por parte de los menores para familias y pediatras que contiene una serie de propuestas basadas en recomendaciones científicas que cada familia puede ir seleccionando: unas clasificadas por edad y otras generales para toda la familia. El resultado es un documento personalizado adaptado a las circunstancias de cada familia. La recomendación es que padres y madres lo estudien y valoren antes de establecer los límites, ya que estos serán para todos los miembros de la familia.
El propósito de esta iniciativa es, por un lado, la formación familiar en tecnología teniendo en cuenta la velocidad con la que avanzan los entornos digitales y, por otro, la conciencia del mal uso de los menores, quienes se adaptan con rapidez a las nuevas aplicaciones que surgen sin ser conscientes de sus riesgos en la mayoría de los casos.
Según la FAD (Fundación Ayuda Drogadicción) el consumo de pornografía empieza a la temprana edad de 9 años. ¿Cómo afecta este contenido a un menor y cómo evitarlos?
Efectivamente la edad a la que los menores consumen pornografía en España por primera vez está comprendida entre los 9 y los 11 años. En la mayoría de los casos, los niños acceden a esos contenidos sin que sus familias se enteren y en ocasiones, sin ninguna intencionalidad, de manera accidental…
Lo más grave es que, gran parte del contenido pornográfico al que los menores tienen acceso, contiene violencia. Imágenes relacionadas con la normalización de la agresividad, la falta de empatía, el sexo o las adicciones producen un fuerte impacto en la conducta de los menores; de hecho, el aumento de delitos sexuales de adolescentes está muy relacionado con el consumo de pornografía.
Una legislación adecuada para limitar el acceso temprano a las plataformas que incluyen pornografía y dotar a los adultos de herramientas para saber hacer frente a aquellos menores que ya han accedido a estos contenidos, se hacen muy necesarias. Por supuesto, también son imprescindibles labores preventivas y anticipatorias, porque la pornografía puede llegar a nuestros hijos y es importante saber cómo gestionar este asunto.
Desde la web https://www.educamosenfamilia.com nos ayudan con recomendaciones muy interesantes tales como hablar con nuestros hijos de sexo y relaciones de forma natural, como promover una comunicación fluida y natural sobre este tema, además de recordarles que los contenidos a los que acceden en Internet están fácilmente a su alcance, y nosotros, como padres, somos responsables a la hora de conocer su historial de navegación con el fin de protegerlos.
¿Se pueden relacionar determinadas conductas depresivas e incluso suicidas por culpa del (mal) uso de los smartphones?
La adicción al móvil se conoce por el nombre de nomofobia y nos describe una forma de uso compulsiva, excesiva y descontrolada. Los niños o adolescentes que sufren de esta adicción experimentan una necesidad constante de estar conectados y utilizan su teléfono en situaciones poco apropiadas o nocivas.
Las principales causas de la adicción al móvil son:
- Conectividad y comunicación constantes
- Gratificación instantánea (“likes”, respuestas inmediatas, deseo de que nos presten atención)
- Evasión de la realidad y evitación de la soledad y del aburrimiento
- Miedo a perderse eventos, noticias o experiencias (Síndrome FOMO, Fear Of Missing Out)
Cuando la adicción aumenta y no se puede controlar, aparecen la frustración y la ansiedad porque el adolescente prioriza el uso del móvil sobre otras actividades sociales o familiares importantes y se aísla, necesita estar constantemente conectado e ignora sus responsabilidades disminuyendo las horas de sueño. Asimismo, puede aparecer el “phubbing” o “ningufoneo” consistente en ignorar a una persona por prestar atención al teléfono celular. Es una combinación de las palabras en inglés phone (teléfono) y snubbing (hacer un desprecio).
¿Prohibir o Educar? El grupo que nació en Telegram, Adolescencia Libre de Móviles, va ya por los más de 9.000 miembros en 11 comunidades autónomas; tiene entre sus miembros a expertos en medicina, psicología y protección de datos. Pretenden regular el uso de los móviles por parte de los adolescentes y jóvenes, empezando por la prohibición de su uso en la primaria y secundaria…
En los últimos tiempos varios países de la Unión Europea han prohibido el uso de los teléfonos móviles en los centros escolares, ya sea en las aulas, en el recreo, o en el recinto escolar. El último en sumarse ha sido el Gobierno de los Países Bajos, no obstante, prohibir se ha convertido en una respuesta fácil pero no demasiado acertada bajo mi punto de vista. Este asunto traspasa fronteras y va más allá de permitir o no permitir el uso del móvil. Me surgen una serie de interrogantes: ¿qué sucederá cuando nosotros no estemos delante? ¿debemos asumir riesgos y educarles para su buen uso cuando no estemos delante de ellos?
Es cierto que nuestros hijos están acostumbrados a la información rápida, les cuesta atender a una explicación por breve que sea, y presentan problemas de lectura a la hora de comprender el sentido de un texto porque no consiguen en muchas ocasiones leerlo hasta el final, les parece excesivamente largo. Además, parece que el teléfono móvil se ha convertido en un cómplice de las malas conductas… junto a la dependencia podemos añadir las adicciones vinculadas a los videojuegos o a las apuestas on line.
Es muy interesante considerar la información aportada por Jorge Flores, director de la ONG Pantallas Amigas: “Las prohibiciones suelen dejar aparte las prácticas en las cuales el móvil sea recomendable o necesario. Esta prohibición se toma cuando se notan más problemas que beneficios, estamos hablando de que no lo usen en el sistema educativo y tenemos que dejar claro a lo que no se renuncia. Lo que se persigue con esta medida es que el móvil no dificulte las otras partes lectivas, las que no se hacen con el móvil y dificulten las relaciones en la escuela”
De manera reciente, la Fiscalía de Menores y la Agencia Española de Protección de Datos han consensuado con 131 entidades un documento con 15 medidas concretas para «proteger a la infancia y a la adolescencia en el mundo digital. ¿Cómo podrán beneficiarse los menores de estas medidas para proteger a la infancia del mundo digital?
Si leemos detalladamente el documento descubriremos muchos beneficios para nuestros hijos y alumnos. La propuesta de pacto de Estado contempla fomentar las escuelas de padres para que puedan educar a sus hijos en un consumo consciente y responsable y generar normas de uso consensuadas en las familias, además de exigir responsabilidad de todos los agentes implicados, incluida la industria tecnológica. En dicha propuesta hay un compromiso para promover la regulación en las CCAA para limitar el uso de los móviles en los colegios y adecuar el uso de los dispositivos tecnológicos en el aula a las pautas por edades recomendadas por las sociedades científicas españolas. También se quieren establecer mecanismos de verificación de edad a través de sistemas no invasivos y, a su vez, se contempla que aparezcan desactivadas por defecto las estrategias de persuasión y formas de manipulación en los servicios en línea y que en las páginas web haya advertencias mediante pop up de los riesgos a los que están expuestos los menores.