Concluye un curso académico más. Momento de repasar nuestros aciertos y errores; y hablamos de los docentes. Más allá de la calificación de los alumnos, los profesores tienen/tenemos que averiguar qué y cómo hacer para que los alumnos aprendan. Y, como ya han repetido numerosos entrevistados en este blog, ese hecho sólo se produce desde la emoción. Se ha acercado hasta Singladura Ramón Barrera, formador de docentes, el cual nos deja tips sumamente atractivos para dar una vuelta –o más- de tuerca en el maravilloso proceso del aprendizaje…a través del “sorprendizaje”
Ramón, además de formador, creador de palabras. ¿Qué es el sorprendizaje?
Una de las acepciones de la Real Academia Española (RAE) en la definición del verbo aprender dice “prender”. Me gusta los verbos que acaban en “prender”.
El primero, como no podía ser de otra manera, es APRENDER, la palabra clave en educación.
El segundo, COMPRENDER, porque para aprender hay que comprender.
El tercero es EMPRENDER, porque hoy las ideas no valen nada, vale lo que tú haces con ellas.
El cuarto es DESPRENDER, porque para aprender nos tenemos que desprender de prejuicios, de ideas preconcebidas o de las que ya no sirven porque no dan respuesta a nuestra realidad.
Y el quinto es SORPRENDER. He creado y registrado la palabra SORPRENDIZAJE, porque estoy convencido de que para aprender te tienes que sorprender y, de la misma manera, las personas que nos dedicamos a enseñar tenemos que sorprender, seguir sorprendiéndonos y conseguir que el alumnado se sorprenda de lo que es capaz de llegar a hacer o ser.
Es un planteamiento de la sorpresa a nivel educativo, de la importancia de estimular los sentidos, de encontrar inspiración, de ponerle arte a lo que hacemos, de atrevernos a probar, de divertirnos.
¿Qué es lo último que te ha sorprendido, para bien, de ti mismo?
De modo muy genérico las familias tienen el pálpito que la enseñanza ha cambiado bastante poco en los últimos 20 o 30 años. Sin embargo, la sociedad ha dado un vuelco increíble en ese mismo periodo de tiempo. ¿Qué aspectos estimas que deberían tomarse en consideración para que los alumnos vivieran una educación del siglo XXI?
La educación se encuentra en un proceso de cambios, de transformación, que precisa dar respuesta a un nuevo sentido del conocimiento. Hoy se demandan nuevas respuestas que nos obligan a replantearnos y mejorar la manera de enseñar y de aprender.
Entiendo que la transformación digital en la que estamos inmersos conlleva un replanteamiento de la educación no centrado en la tecnología, sino en un cambio cultural y de mentalidad en el que el foco se ponga en humanizar la educación.
En este sentido, me parece importante que la educación favorezca entornos y espacios en los que el alumnado sea protagonista de su propio proceso de aprendizaje y no sea un mero espectador.
Por cierto, muy a la par con la educación -con los proyectos curriculares- los espacios educativos. ¿Continuamos con la clásica disposición de aulas de niños mirando al encerado (o pizarra digital) y al profesor o el aula podría mover su configuración? Y, de hacerlo, ¿cómo?
Considero esenciales los espacios, la disposición de las aulas, su decoración. Reivindico la palabra “bonito” para los colegios, un concepto que está vinculado con la creatividad y el protagonismo de los que hablaba en la anterior pregunta. Me gusta que el alumnado sea parte activa en la configuración de los espacios.
Deben ser espacios inspiradores, prácticos, versátiles, donde el alumnado. Espacios de interacción, donde el alumnado pueda trabajar en equipo, facilitador de diálogos, dinámicos y motivadores. Con buena luz.
Vayamos más allá. ¿Cuándo se podrán dar clases en espacios que no sea el aula propiamente dicho (y ni tan siquiera el colegio) como por ejemplo un parque, buscando entornos “amigables” (como se dice ahora) para los más pequeños?
Hay experiencias y prácticas educativas muy interesantes que trabajan fuera del aula.
Debemos tener presente que aula es cualquier espacio en el que aprendemos y ahí están la naturaleza, los espacios culturales y sociales, el arte… Reivindico las salidas del aula que nos ayudan a contemplar el entorno, a sentirnos parte de la sociedad.
La última invitada a nuestro Blog (Sonia Díez) manifestó cierto rechazo a que la preocupación principal de los padres sea esa nota o calificación (la que le permitirá estudiar una u otra carrera o ir a tal Universidad). Efectivamente, se dejan de lado otras consideraciones más importantes como trabajar la capacitación de las personas y evitar así que estudien sólo por conseguir una nota. Así pues, ¿qué fórmula sería la adecuada para evaluar y, sobre todo, qué habría que evaluar (además de conocimientos)?
La esencia de mi manera de entender la educación está en tres palabras que empiezan por “CO”: COco, COrazón y COraje.
Utilizamos la expresión “darle al coco” -como sinónimo de pensar, de razonar- porque el aprendizaje está vinculado al conocimiento. El profesorado debe “mover” las cabezas de sus alumnos, estimularlos a reflexionar y hacerlo con capacidad crítica (no se trata de “comerles el coco”); y también a imaginar, a soñar, que es el primer paso para crear.
No podemos desligar el conocimiento de las emociones, el coco del corazón. Decía la escritora Maya Angelou que “la gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir”. Aprendemos con y desde el corazón, por eso los docentes deben ser conscientes del valor de la emoción, de las sensaciones, de los vínculos y “conmover” al alumnado.
El tercer elemento, el “coraje”, es el valor de la acción, hay que hacer algo con las ideas, aplicarlas, llevarlas a la práctica porque, como me gusta comentar, “menos aprobar y más a probar”. Para ello, los docentes, deben “remover” al alumnado, retarlo para que se atreva, asimilando que aprendemos de los aciertos y los errores.
Por eso, es clave evaluar y valorar (no todo se tiene que medir cuantitativamente) conocimientos, competencias y procesos. Después de todo hay que diferenciar entre estudiantes, que ya sabemos que es quien “estudia el día antes” y aprendices. Y es que se puede ser buen estudiante, pero torpe aprendiendo.
¿Qué aspectos habría que cambiar en el sistema educativo para lograr niños más despiertos?
En un mundo con tantos estímulos, en el que nos cuesta estar atentos, considero importante tener presente que:
Aprender es incómodo. Aprender cuesta trabajo, exige de nuestra predisposición y esfuerzo, pero debemos generar un entorno en el que las personas se sientan cómodas para equivocarse, retarse y probar.
Aprender es lento. En un mundo en el que todo lo queremos “ya”, debemos ser conscientes de que aprender es un proceso que requiere tiempo, voluntad y persistencia.
Aprender es conectar. Hoy la información está al alcance de un clic, pero lo importante es convertirla en conocimiento. Para conseguirlo debemos conectar las ideas y conectarnos con los demás.
Escuchando a Jurgen Klaric parece ser que es endémico cómo las escuelas, en cualquier país del mundo, enseñan conocimiento de manera abstracta pero no ponen en valor dicho conocimiento para lograr un fin. ¿Cuándo y cómo se producirá una revolución educativa mundial?
No comparto esta visión tan negativa ni me gusta plantear la educación desde la revolución, sino desde la evolución y hay escuelas, profesionales de la educación haciendo estupendos trabajos.
De hecho, una de las acepciones de la palabra “revolución” en el diccionario de la Real Academia Española dice que es “cambio rápido y profundo en cualquier cosa”. ¿Rápido y profundo?
No puede ser rápido, aunque estemos en una sociedad donde el ritmo de los cambios es veloz, donde la información vuela, porque como decía antes aprender es lento.
Pero sí tiene que ser profundo, porque es evidente que la educación está relacionada directamente con el progreso de la sociedad y con un mejor futuro. Un futuro que necesita no solo a mejores aprendices, sino también a mejores ciudadanos y a buenas personas.
Esta es la gran responsabilidad de toda la comunidad educativa, contribuir a mejorar el futuro. Tenemos que hacerlo entre todos, cada uno desde su parcela con pequeños grandes pasos.
Vayamos a las asignaturas. ¿Por qué se pone tanto foco en que todos los alumnos deben aprender las mismas asignaturas si no hay dos niños iguales (o casi)?
Se imparten asignaturas, distinto es lo que cada uno aprende. En un aula las sillas son todas iguales. Yo tengo claro que cada uno tenemos distintas inquietudes, expectativas, anhelos, necesidades, deseos, sueños. Cada uno es único y eso es maravilloso.
Me parece interesante trabajar por proyectos, una metodología compleja porque requiere de personas “exteligentes”. La “exteligencia”, un concepto acuñado por dos escritores científicos, Ian Stewart y Jack Cohen, para diferenciar la inteligencia que conocemos y que emana del propio individuo, de otro tipo de inteligencia que surge como resultado de la interacción, de las conversaciones, de trabajar en equipo, de escuchar y empatizar.
Terminamos. Junio es el último mes del colegio y, para muchos (los que se someten a la EBAU) el primer mes de su futuro profesional. ¿Cabrían otras alternativas mejores para reconducir a los alumnos en función de otras variables (y que no sea una mera nota de corte, condicionada a nervios)?
Es complejo. En cualquier caso, hay que desdramatizar ese momento. Comienza una etapa caracterizada por uno de los verbos de los que hablaba al comienzo, EMPRENDER, que la RAE define como “Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”. Ya estamos advertidos, hay dificultades o peligros, pero también objetivos, propósitos y oportunidades.
Una etapa cuya esencia está en otras palabras que comienzan por E:
EMOCIONES. Sí, a flor de piel… una edad que es pura efervescencia.
ELECCIONES. Es momento de darles autonomía, de que empiecen a elegir, sabiendo que también tendrán que renunciar. Eso es la libertad.
ERRORES Y ÉXITOS. Dos palabras clave para aprender. Hay que ser listos aprendiendo, fijándote en las cosas que no te salen, corregir y volver a intentar. Y valorando los éxitos y celebrándolos.